Educación emocional en casa: el juego de sembrar caricias y cosechar cariño
En la mayoría de las familias se educa a los niños para adquirir lo que socialmente se conocen como «buenos modales». Se trata de unas estrategias más o menos consensuadas socialmente para resultar amable y correcto en nuestras relaciones con los demás. Pedir las cosas por favor, dar las gracias, tratar de «usted» a los mayores, no utilizar palabras malsonantes con demasiada frecuencia…
Tanto en la escuela como en casa, trabajamos con nuestros pequeños un «programa de contenidos» (matemáticas, idiomas, etc.) que consideramos imprescindible para que logren cierto éxito en la vida. Es decir, les dotamos de herramientas para que puedan gestionar su realidad (económica, verbal, etc.) con fluidez. Sin embargo, no siempre incluimos dentro de ese «conjunto de instrumentos» un apartado dedicado a la gestión eficaz de los afectos. Si el ser humano es cabeza y corazón… nos dejamos fuera una parte importante. Esta educación tiene mucho de circunstancial, es decir, de aprender a ver los momentos diarios en los que es necesaria. Pero no por ello deja de ser planificable y educable de forma sistematizada. Por ejemplo, dedicando una mañana al mes a trabajar los afectos. No es pedir mucho, ¿no? En total, sería dedicar doce mañanas al año…
Si os animáis, aquí os ofrecemos una actividad sencilla y muy, muy constructiva. Un modo de enseñar a dar cariño no esperado a los que nos rodean. Además, se puede realizar como actividad para esos días en los que hay que permanecer en casa…
Aunque los objetivos abarcan muchas áreas, los podemos resumir en enseñar a expresar los afectos, reconocer las emociones, y aprender a expresarlas.
Los contenidos propios de esta actividad son todos los relacionados con la adquisición de la competencia social, emocional y ciudadana.
La metodología es simple, se trata de desarrollar una complicidad afectiva con el / los chavales para motivarlos, darles un ejemplo de cómo expresar cariño a través de una nota, y ponerlo en práctica. Podemos «practicarlo» antes, dejando en su plato o en su servilleta del desayuno, la comida o la merienda una nota de cariño, y preguntarles cómo se han sentido al verla.
Los recursos y materiales necesarios son muy simples: pinturas, Post-it (si se puede de varios colores), hojas y sobres, y, si se desea, sellos o tampones.

Describimos la actividad de modo resumido. Fabricamos notas de cariño para todos los de la casa, con Post-it de colores, dibujando y coloreando distintos motivos afectuosos (caritas sonrientes, flores, besos, etc., a ser posible sugeridos por los niños), que luego repartiremos por sitios «sorprendentes»: dentro de un libro de lectura, dentro del armarito del baño, en los bolsillos de los abrigos, en los zapatos o zapatillas de casa… Si les dejamos hacer sugerencias, seguro que nos sorprenden. Si deseamos ampliar el juego «fuera de casa», podemos dibujar y colorear tarjetas más grandes y enviarlas por correo a abuelos, tíos, padrinos, etc. Lo importante es que sean inesperadas y que reciban respuesta.
Buscaremos reforzar el aprendizaje remarcando tres fases. Primero, presentar y comentar el juego, explicando cómo fabricar las «semillas de cariño» y cómo distribuirlas.
La segunda fase comprende los momentos de fabricación y distribución, y puede ser realmente divertida. Ponemos sobre la mesa de trabajo (la de la cocina, o donde deseemos) de una a tres notas por persona (ver el grupo de notas y personas ayuda mucho, y nos permite comentar con los pequeños cuánta gente los quiere). Elegimos y ejecutamos el dibujo y coloreamos (en función de la edad y habilidad de los niños, harán ellos las figuras, o se las perfilamos nosotros para colorear, o usamos tampones de impresión; por ejemplo, la manita del propio niño con caritas en los dedos… o cualquier otro motivo, ¡imaginación al poder!). Luego viene la distribución por la casa ( y / o preparación de cartas con sobre, dirección y sellos).
Incluso podemos proponer la colocación de una “nota secreta” para los mismos que estamos presentes, y así recibirlas, o buscarlas, después.

Acabada la actividad, es muy importante ayudar al niño a tomar conciencia de lo que ha ocurrido a nivel emocional, verbalizando sus emociones, cómo ha visto las reacciones de los demás, y qué cosas agradables e inesperadas han pasado. Esta es la fase más importante: cuando el niño o niña tenga conciencia de los sentimientos y emociones positivas y reales que se están moviendo. Comentar con ellos cómo se han sentido al dibujar y al pensar en los otros, al esconder o enviar las notas, etc. Hablar también de lo bueno que es expresar los sentimientos, y de cómo todos necesitamos escuchar el aprecio de los demás. Valorar con ellos la importancia de «concretar» el cariño, de forma práctica, en lugar de dejarlo «implícito».
Igualmente, cuando vayan surgiendo las reacciones de los destinatarios, será importante hablarlo y ver cómo se sienten al recoger una cosecha de amores, de cariño que viene de vuelta, y de cómo han visto a los otros.

Debemos subrayar el valor educativo de esta actividad de ocio. No se trata solo de pasar un buen rato, cosa que ocurre, sino de potenciar el trabajo de las emociones con los menores.
Con ellos «sembraremos» de cara a su futuro. Con un poco de suerte, en un par de décadas recibiremos más notas de cariño, y la alegría de haber enseñado a alguien a dar afecto de modo inesperado… ¿No es así como se construye un mundo mejor?

¿Os animáis a jugar?